Como lo prometido es deuda, aquí me tenéis, en mitad de una lluvia de exámenes que caen sobre los universitarios como si de granizo se trataran, para compartir un poquito más de mi tiempo con vosotros. Y ya que estamos en este momento, aprovecho y hablo de lo obvio, lo que nos mantiene con una vida social reducida por unos días, merma nuestras horas de sueño y pone a pruebas nuestros nervios: la Universidad y sus exámenes.
Pero, ¿para qué voy a empezar por lo feo, pudiendo hablar primero de lo bueno? Y es que la Universidad ha sido para mí (y probablemente para más de uno de mis compañeros) una caja de sorpresas, que cada día me sorprendía con algo bueno. Clases interesantes (sí, ¡existen! Solo que son como los billetes de 500, difíciles de encontrar...), alguna profesora a la que se le coge cariño, otras a las que no tanto, una biblioteca entera a tu disposición solo por estudiar allí...aunque lo que más me ha sorprendido, de lejos, es la gente que me he encontrado allí. Y todo lo que me han ido aportando con el paso de los meses.
Siempre me ha gustado conocer gente nueva, abrir un poco mi mundo. Se puede decir que cada uno de nosotros es un mundo en sí, y cuando conectamos unos con otros, compartimos ese universo, nuestras perspectivas y lo que somos con otras personas. Y lo que me he encontrado en mi facultad no pasa en todas: personas de rincones de toda España con ganas de conocer gente, compartir sus vidas y llevarse un trocito de Granada con ellos a sus casas. Con más de una de esas personas he conectado en cuestión de días más de lo que he podido conectar con algunos amigos en años, y eso no me había pasado nunca antes. Por eso, y por todas las posibilidades que ofrece un nuevo día de clase, voy un poquito más contento por las mañanas a la Universidad. Ni madrugones ni carreras para no perder el autobús pueden con algo así.
Pero si todos estamos en la misma carrera, es porque hemos elegido estudiarla. Y estudiar parece ser sinónimo de exámenes, para bien o para mal. El miércoles pasado tuvo lugar mi primer examen como universitario, y aunque era de inglés, estudié mucho antes y me puse un poco nervioso. Se me hizo hasta raro, porque hasta entonces apenas había estudiado inglés (como mucho para Selectividad) o me había puesto nervioso por un examen de ningún idioma. El caso es que al final me salió muy bien, no sé si tan bien como querría (porque siempre me pongo unas expectativas altísimas), pero sí muy bien.
Todos hemos pasado por exámenes que han tenido aterrorizada a media clase como si de Hitler o algo peor (si lo hay, que ahora no se me ocurre) se trataran, tanto en el colegio como en el instituto, y ahora también en la universidad. Y hemos podido comprender que ninguno de ellos ha sido el fin del mundo. Puedes suspender un examen en la ESO y salir de bachiller con media de 10, la cuestión es hasta dónde quieres o necesitas llegar. En cualquier caso, creo que a casi todos nos resulta estresante estar de exámenes. Ahora, después de la tormenta llega la calma, y vemos los resultados de nuestro esfuerzo, así que toca no desistir en aquello que queremos lograr. Al menos, algo sabemos: tiempo para que nuestros cerebros dejen de echar humo vamos a tener más tarde.
Éste es un tema interesante y no quiero enrollarme de más, porque mi idea era hacer un blog de entradas de menos de kilómetro y medio.
Me despido recomendándoos que me leáis escuchando la música que voy a ir poniendo al final de las entradas :) ¡Y mucho ánimo a los que estéis de exámenes!